De la inversión de impacto social hemos podido escuchar que «es una moda», que es una quimera de ingenuos y que lo social no es rentable por definición. A principios del año pasado, en los habituales Encuentros de la Bolsa Social, los expertos del sector reconocían que todavía quedaba mucho prejuicio por romper en España.
La inversión de impacto social es aquella que se hace en empresas cuyo negocio tiene dos objetivos: producir cambios positivos en la sociedad y el medio ambiente, a la vez que devolver una rentabilidad económica. Hasta ahora, esta parte de las finanzas se ha movido, desde el comienzo del siglo XXI, entre gran desconocimiento. Sin embargo, como atestiguan recientes publicaciones de The Economist o Forbes, la inversión de impacto podría estar ya abandonando su nicho para alcanzar cotas cada vez más mainstream.
Según un artículo publicado en The Economist la primera semana de 2017, varias firmas de gran reconocimiento en el mundo financiero ha apostado por este tipo de inversiones en los dos últimos años:
«BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, ha lanzado una división llamada «Impact»; la banca de inversión Goldman Sachs adquirió Imprint Capital, un fondo de impacto; y dos empresas americanas de private-equity, Bain Capital and TPG, han lanzado sus propios fondos de impacto».
De todas formas, la publicación reconoce que el crecimiento del sector es difícil de medir pues incluso algunas de estas grandes compañías, como BlackRock y Goldman Sachs tienen unos criterios un tanto laxos para definir el sector. Tan laxos que se podrían considerar inversión socialmente responsable (ISR). Es decir, inversiones en empresas que cumplen un código ético (no fabrican armamento, no extraen petróleo…), en lugar de empresas que buscan positivamente soluciones a problemas sociales o medioambientales.
Adiós a los tópicos falsos
Otra revista económica tan importante como Forbes, certificaba recientemente que la inversión de impacto está entrando en una fase de generalización. En un artículo de octubre, se aseguraba que poco a poco, van cayendo los tópicos sobre el sector. Prejuicios que se demuestran falsos, como que «la inversión de impacto es filantropía», «implica sacrificios financieros» o «no tiene la misma rentabilidad». Son prejuicios que a veces tienen los propios inversores de impacto, que se deshacen cuando los rendimientos son superiores a los esperados.
Forbes también traía sorprendentes datos sobre el sector de las inversiones éticas. La revista aseguraba hace unos días, la inversión de impacto, sostenible y responsable de los EE UU había crecido un 33%, entre 2015 y 2014, según US ISR, el foro de la inversión ética en el país. Y el redactor se hace una pregunta: ¿La inclusión de criterios de impacto social en la misión de los negocios hace que el rendimiento económico sea menor? «La respuesta es un enfático ‘no’».