Por José Moncada
En el anterior post comenzamos a desarrollar las acciones que los países del G8 han llevado a cabo en respuesta a las recomendaciones emitidas por Social Impact Investment Taskforce, grupo de trabajo creado por los países miembros del G8 para promover el emprendimiento con impacto social y la inversión de impacto. Así como en la publicación de la semana pasada nos adentrábamos en las medidas para facilitar el crecimiento de las empresas con impacto social, hoy hablaremos de las acciones que los países integrantes del G8 están poniendo en marcha para desarrollar la cultura de la inversión de impacto social.
Las inversiones de impacto social son aquellas en las que el inversor, junto al retorno financiero, busca producir un impacto social o medioambiental positivo. Esta clase de inversión se está expandiendo a nivel mundial. Sin embargo, al ser un concepto relativamente nuevo, los inversores tradicionales desconocen su potencial y beneficios. Por ello, el G8 considera necesario aplicar ciertas medidas que animen a nuevos inversores a explorar esta clase de inversión, como por ejemplo la implementación de incentivos fiscales para los inversores de impacto social. Un gran ejemplo de ello es la Social Investment Tax Relief, un paquete de estímulos fiscales que Reino Unido implantó el año pasado y que, entre otras cosas, contempla la desgravación del 30% de las inversiones de impacto social.
El G8 también recomienda la creación de un fondo de fondos que sirva como motor del sector. Así, en Reino Unido se ha creado el fondo Big Society Capital, del que ya hablamos la semana pasada. Incluso países no miembros del G8 como Portugal han visto la importancia de estas estructuras. Recientemente Portugal creó el fondo Portugal Social Innovation, dotado de 150 millones de euros procedentes de fondos estructurales.
Hay otras maneras, según el G8, para incentivar la inversión privada de impacto social. Los préstamos con garantías públicas son un instrumento muy útil para atraer la inversión privada. Este es el sistema del programa EaSI de la Comisión Europea. Otra manera de atraer capital es mediante esquemas de co-inversión en los que, en caso de haber pérdidas, asume en primer lugar la pérdida un inversor tercero (normalmente fundaciones o instituciones públicas). Es el llamado “catalytic first-loss capital”, que se ha implantado con éxito en los Estados Unidos y cada vez en más países. El pasado mes de Julio, Goldman Sachs se ahorró una pérdida de 6 millones de dólares tras invertir en un Bono de Impacto Social, sobre el que hablaremos en el próximo post, del que la fundación Bloomberg Philanthropies asumió gran parte de las pérdidas tras su fracaso.
Para crear una cultura sólida de inversión de impacto social, el G8 considera necesario contar con intermediarios que conecten inversores y empresas con impacto social, y que, además, sirvan de soporte y asesoramiento a ambas partes. Otra de las recomendaciones del G8 es establecer plataformas de financiación de las empresas sociales, a modo de bolsas sociales. Una de las más destacadas es la bolsa canadiense Social Venture Connection, creada en 2013. En España, la Bolsa Social nace precisamente con la vocación de impulsar las empresas sociales y la cultura de la inversión de impacto a través de la financiación participativa, poniendo en contacto a inversores de impacto social (profesionales y minoristas) con proyectos de empresas sociales que buscan ampliar capital.
En el próximo post hablaremos de las recomendaciones del G8 sobre la nueva figura de los bonos de impacto social, un instrumento financiero muy interesante cuya rentabilidad viene determinada por el resultado positivo o negativo de impacto social que produzca la acción que financia. Es el modelo pay for success que comienza a practicarse en los países de nuestro entorno. Representa una auténtica revolución en la manera de abordar la financiación de los retos sociales, ya que la atención se centra en la calidad del resultado de la acción financiada, más que en la ejecución de dicha acción.